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Malditos Escritores Malditos

Malditos Escritores Malditos Hay libros que miman ideas que ya tenemos, que refuerzan nuestro Aprendido Sentido De La Realidad™, que, al final, terminan contándonos lo que queremos que nos cuenten. Libros que nos distraen, sin más.

Y luego están los otros.

Libros que contienen una escritura peligrosa, que hablan de aquello de lo que no queremos hablar, que cubren esa parte del espectro que siempre nos dejamos fuera, por comodidad, por cobardía o por simple costumbre. Libros que pueden aportarnos ideas nuevas, destruir ideas viejas o poner en evidencia mecanismos que nos mantienen por debajo de nuestras posibilidades.

Destaca, entre todos los escritores malditos, la figura de William S. Burroughs.

Heroe contracultural, escritor controvertido, drogadicto, homosexual e ídolo de tres generaciones rebeldes. Para los Beat de los años cincuenta fue como un padre, y ellos, hijos agradecidos, publicaron sus textos cuando estaba totalmente inmerso en la heroína y su mundo. Los Hippies y los "Radicales Politizados" de los sesenta y los setenta encontraron en su obra motivos para convertirlo en uno de sus autores favoritos, no sólo por sus experimentos a nivel narrativo, ni por el cut-up, ni por sus alucinadas visiones, sino por el trasfondo político de su obra, donde las corporaciones, los gobiernos y los agentes de la mentira doblegan y dominan los espíritus. Finalmente los Cyberpunk de los noventa lo adoraron por adelantarse a su tiempo y por sus visiones oscuras sobre la máquina biológica y los sistemas de control total. Burroughs es uno de los pilares de la contracultura que vino después. Su Yonki se adelantó, y sentó las bases, para que obras como Trainspotting de Irving Welsh fuesen posibles. Sus saltos no lineales en la narración, siempre con temas e imágenes en común, fueron un anticipo de lo que más tarde sería el hipertexto.

No sólo fue pionero en lo literario. Cuando Leary y compañía estaban experimentando con el LSD él ya lo había dejado y se había sumergido en lo más oscuro y profundo de la droga, como un explorador que, tras quince años de adicción a casi todo tipo de sustancias, volvió a contar qué había visto. No buscó en la heroína otra realidad, una percepción alucinada, sino sumergirse más y más en el mundo que le había tocado vivir, en su parte más oscura y primitiva, y llegar a la base de todo: La dominación; el control. Para Burroughs la injusticia humana tiene una base biológica, pues venimos de un animal violento, competitivo y brutal. Señaló la droga como el modelo más puro del capitalismo salvaje, la forma de opresión máxima, al contrario que muchos de sus contemporáneos que veían en ella una forma de liberación.

"la droga es la mercancía definitiva. No hace falta hablar para vender. El cliente se arrastrará por una alcantarilla para que le vendan. El comerciante no vende su producto al consumidor, vende el consumidor al producto. No mejora ni simplifica su mercancía. Degrada y simplifica al cliente"

Los libros de Burroughs, dejando de lado lo artístico, pueden ser consultados como manuales para la existencia. Manuales que ayudan a tomar conciencia de los poderes invisibles que actúan sobre nosotros, que nos hablan de cómo luchar contra ellos desde nuestra carne, siempre limitada.

Un escritor maldito, de los que ya no quedan.

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